Sin hacer reparo alguno en lo peligroso que puede ser abordar una unidad de transporte público durante Semana Santa, decidí dejarme llevar por la felicidad significativa que produce el tener un feriado largo por disfrutar. Mágicamente Calamaro estaba en la radio y un asiento solitario junto a la ventana esperaba por mí. Mi mirada viajaba perdida en el ocaso que iba pintándose en el horizonte, hasta que la voz ronca de un cincuentón capta inevitablemente la atención de todos los pasajeros del micro. El ayudante del conductor, aquel que se …
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