Recuerdo que el patio de mi casa nueva se había convertido en la fuente de los deseos postergados de mi familia. En su espaciosidad, mi padre se había convertido en el amo y señor del jardín, en cuya extensión había sembrado hortalizas y otros cultivos menores, mis hermanos pequeños habían adoptado una juguetona perrita que retozaba a sus anchas bajo la complaciente mirada de sus emocionados padres adoptivos, una oportunidad negada de mi infancia, y mi madre, con el afán de querer quitarme los viejos miedos, pidió instalar un pequeño corral …
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