Me importaba poco o nada hasta que un amigo me preguntó si iría al encuentro de Jorge, mejor conocido como Francisco, el papa. En los siguientes días, la cuestión se repetía con distintos remitentes y en diversos niveles de seriedad. Me extrañaba con ligera preocupación la consideración que algunos habían tenido para dirigirme tal pregunta. Después de todo, los decepcionaba al no ser el católico que ellos creían. También lee: ¿Por qué no se van? Empecé a prestarle atención a lo que la opinión pública refería de la tan esperada visi…
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