Bienaventurados los que tuvieron celebraciones de cumpleaños y otras festividades similares antes de la cuarentena; para los que no, aún nos queda elegir entre la incertidumbre o la oportunidad de crear nuevos y maravillosos recuerdos.
Uno de los últimos cumpleaños que celebramos en casa, antes de la orden de aislamiento, fue el de mi madre. La familia se reunió ampliamente y disfrutamos su día desde sus vísperas. Días más tarde, la inminente llegada del coronavirus y las concesiones sociales se establecieron. El más optimista pensaba que en cuatro semanas la situación estaría bajo control pero la vida misma nunca es tan perfecta.
El Presidente de la República anunciaba en televisión nacional la extensión de la cuarentena y el rostro de mi hermano menor poco se conmovía. Su fiesta de cumpleaños no sería como venía esperando desde el año pasado. Usualmente los niños, y en particular él, habían iniciado la cuenta regresiva apoyados de un calendario tradicional de esos que se cuelgan en la pared. Las fechas tachadas, habían sido marcadas desde que el año nuevo se había instalado. Incluso durante la cuarentena, había redoblado sus esfuerzos de mantener el dato de los días que faltaban para levantar la disposición gubernamental. Esperaba alguna cuota de desilusión de su parte. Sin embargo, él tomó la noticia de la situación con una madurez que sorprendió a todos. Faltaban escasos tres días para la fecha de su cumpleaños y debíamos encargarnos de hacer lo más agradable posible. Corresponder a su optimismo me llenaba de ilusión.
El día llegó, y en casa no sería un día más del claustro sanitario. La luz del día nos mostró una decoración sencilla y sincera, y él despertó con abrazos y besos excedidos de amor. Quienes siguieron los saludos fueron sus primos contemporáneos a través de una particular videollamada, le cantaron las melodías tradicionales. La familia en su extensión empezaba a pronunciar sus saludos por medios digitales y en su sorpresa apenas conseguía agradecer. Él estaba feliz.
Fue el momento del acompañamiento virtual de su escuela y cual coro escolar en pleno ensayo sus compañeros y maestra ejecutaron un cántico, con la misma intensidad como si hubieran estado en el colegio. Su reacción de avergonzado era la misma. Estaba celoso y feliz por él, pues había recibido más videollamadas en un día de las que yo durante toda la estación.
13.04.2020. Fotografía propia. |
La comida especial y la tradicional pastelería tendrían su lugar, ¡después de sendos años una torta saldría del horno de la cocina! Al caer la tarde, el teletrabajo retrocedía y daría pase a la fiesta. Estábamos los cinco y éramos suficientes. Ejecutamos juegos infantiles entre todos y reímos mucho, tanto que necesitamos parar para descansar la sonrisa. Las luces se apagaron de pronto y la luz de las velas se hicieron protagonistas en tal oscuridad. Cantamos y agradecimos a Dios por este bello momento y nos sentamos a compartir el pastel y la cena. Mientras disfrutábamos de las delicias, paseaba mi mirada sobre todos ellos, éramos felices. La nostalgia estaba implícita y la gratitud era manifiesta. Éramos felices y siempre podemos volver a serlo.
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