Si tuviera a Messi...

Anoche fui a mi restaurante preferido y pedí una sopa de gengibre. Debía prepararme para la posterior inyección de dexametasona seguida de la ingesta de un licuado de otras medicinas para la faringitis que, mientras jugaban Colombia y Catar, mi médico me había recetado con solicitud.
En la televisión ya pasaban los primeros minutos del Argentina versus Paraguay y mis pupilas se irían aclarando más con las primeras cucharadas de esa sopita recomponedora. Felizmente en todas las mesas ponían especial atención al LCD de 45 pulgadas que en alta definición mostraba el juego.

Mi novia, quien sin poseer vastos conocimientos en materia del balompié, es siempre compañía perfecta para ver un partido de fútbol. Ella, con un ánimo bastante entregado al encuentro, advirtió casi de inmediato que el narrador no había mencionado el nombre de aquella figura, por la que todos en el local mantenían su mirada fija en ese aparato. Pero apareció. Su nombre, solamente, es un llamado para que el espectador suspenda sus intenciones, para no perder detalle de alguna genialidad con las que nos tiene acostumbrados en Europa. Sin embargo, cuando se pone la camiseta albiceleste muchas cosas pasan que la magia parece no estar más.


Los camarógrafos a ras de campo, nos entregan un primer plano del endiosado jugador y su rostro me conmueve, pareciera que se reprocha por cada balón que se va de sus pies sin generar peligro en el arco rival y hasta por el que no alcanzó cuando un rival lo intercepta. Los goles de descuento o como este último, del empate de ayer, no le demudan el rostro siquiera. Sabe que el tiempo pasa y esta es su última oportunidad.


Me pregunto, qué haría si yo tuviera a Messi en mi selección.

Mi Perú tiene buenos jugadores, con mucho potencial, tiene un comando técnico que ha sorprendido y siguen explorando por más, y tiene un crack como Guerrero, que me genera grata admiración tan sólo verle jugar. Mi Perú tiene un equipo, con sus imperfecciones, pero unido al fin. Quizá si Messi hubiera estado allí, habríamos llegado más lejos en las copas y la historia definitivamente sería otra. Si el sueño de tener a Messi fuera realidad, no le pondría en un sillón de acusados, ni le haría preso de mi devoción. Si tuviera a Messi, le pondría en el campo una y otra vez, y así dejarlo jugar con quienes quiera, cuantas veces quiera, hasta que lo vuelva a disfrutar, como cuando era niño allá en Rosario, sin angustias ni temor.

Ojalá pudiera llevarse Messi esa copa, para liberarlo así de esta cárcel que alguna vez fue su ansiado paraíso. Ojalá pudiera él ser del Perú y, de paso, así la ganamos los dos.

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