En la penumbra nuestros ojos se hallaron
y tu sonrisa la noche iluminó.
Nuestros rostros se acercaban
teniendo su destino en el otro,
y la luna distinguÃa
la finura de tu nariz.
Nuestras manos se resistÃan entre sÃ
mas tu meñique propició la reconciliación.
Yo te querÃa para mÃ.
Nuestros labios se sentÃan,
aguardando aprobación.
Las miradas se poseÃan,
los labios no.
Los alientos conjugados con letargo se soltaron.
Era con desdén que preveÃan tan infortunado adiós.
Los meñiques objetaron resistiendo hasta el final.
Con impaciente rebeldÃa, impedÃan los lazos firmes desatar.
Tu sonrisa se apagó
haciendo la noche más sombrÃa.
Y nuestros silencios se oÃan,
en medio del bullicio de la ciudad.
Nuestros corazones, sin saberlo,
corrÃan juntos por autonomÃa.
E inventaste una distancia
de donde ambos quisimos escapar.
Eras mÃa todo aquel instante.
Y aunque tus ojos no podÃas emancipar,
a tus manos proclamaste libertad.
Volviste a ser la misma, tú,
tan presuntuosa y egoÃsta,
la que huye, siempre, orgullosa
con el beso del final.
y tu sonrisa la noche iluminó.
Nuestros rostros se acercaban
teniendo su destino en el otro,
y la luna distinguÃa
la finura de tu nariz.
Nuestras manos se resistÃan entre sÃ
mas tu meñique propició la reconciliación.
Yo te querÃa para mÃ.
Nuestros labios se sentÃan,
aguardando aprobación.
Las miradas se poseÃan,
los labios no.
Los alientos conjugados con letargo se soltaron.
Era con desdén que preveÃan tan infortunado adiós.
Los meñiques objetaron resistiendo hasta el final.
Con impaciente rebeldÃa, impedÃan los lazos firmes desatar.
Tu sonrisa se apagó
haciendo la noche más sombrÃa.
Y nuestros silencios se oÃan,
en medio del bullicio de la ciudad.
Nuestros corazones, sin saberlo,
corrÃan juntos por autonomÃa.
E inventaste una distancia
de donde ambos quisimos escapar.
Eras mÃa todo aquel instante.
Y aunque tus ojos no podÃas emancipar,
a tus manos proclamaste libertad.
Volviste a ser la misma, tú,
tan presuntuosa y egoÃsta,
la que huye, siempre, orgullosa
con el beso del final.
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