El amor en los tiempos del Pokémon

Quien nunca jugó o tuvo, siquiera, el deseo de jugar PokémonGo, que lance la primera piedra, pero por favor, que sea después de leer todo este post.

Me compré un nuevo móvil hace unas semanas, coincidentemente con el lanzamiento del esperado Pokémon Go. Mi madre cree que lo he hecho para saciar mi deseo reprimido de la infancia. Aunque tengo 24, apenas, y fui parte de la generación que vivió esa fiebre de imitar a Ash en la vida real, nunca seguí a la serie Pokémon. Perdón si acaso causé decepción.

En su momento - allá por el 2000 - cual boom, quise hacerme fan de la serie como la mayoría de mis contemporáneos. Hasta el más diminuto souvenir, todo para ellos era Pokémon. Pero conmigo no. Para mis padres, la literal traducción de esa palabra de moda - monstruos de bolsillo - era suficiente parámetro para dictar prohibición. Enhorabuena aparecieron los taps o tazos, con los que, a escondidas, sobreviví a esa epidemia japonesa.
El día del lanzamiento de Pokémon Go - en Latinoamérica - el timeline de mi Facebook personal sólo sabía de screenshots, donde cada contacto se ufanaba de cuanto Pokémon había aprehendido.
Han pasado cinco semanas y mi madre tenía razón. Aunque no esclavizado, he resultado enganchado con el juego, todo gracias a un gentil auspicio de mi jefe y colegas.


Acabo de atrapar, en un parque cercano a mi casa, un perrito evolucionado llamado Arcanine. Después de usar, en él, un par de súper balls y una frutita (baya frambú) he percibido lo infestado de jugadores que está el parque. Siento un poco de vergüenza, pero mi celular notifica con un zumbido que hay un Squirtle cerca. Al tacho la vergüenza, es mi oportunidad de ser un Maestro Pokémon. Oh, sí.

La cacería de la noche resulta bastante productiva. Pero he visto más que mounstritos en mi celular. Aunque dejé la vergüenza en el párrafo anterior, ésta regresó cuando un amigo, junto a su novia, me pillaron mientras intentaba hacerme de un Abra. Me sentí mejor cuando me mostraron su celular y resultaron admirados al saber que ya voy en nivel 16 (para cuando leas esto, probablemente ya lo haya superado). En pocos minutos me mostraron como es que el juego les ayudó en su relación. Dicen que ahora caminan más juntos, con el mismo propósito: atrapar muchos Pokémon. Dicen.


Pasaron los segundos y aunque ellos debían seguir su camino, debo admitir que por un momento quise unírmeles, pero caí en cuenta que ellos ya eran un team completo e inconmovible. En ninguna manera podía seguir jugando solo. Ha llegado el momento de buscar mi propia compañera de Pokéaventuras me sentencié. ¡Y ya he trazado mi estrategia! Decidí utilizar un huevo de la suerte y así duplicar mis posibilidades de lograr otro nivel. Y sí que he tenido suerte, al menos ya me enteré de la iniciativa de Project Fixup y PokéDates. Hoy empecé con un anuncio, algo a mi estilo, y se los comparto, quién sabe y una lectora se anima a cazar conmigo.

Si buscas alguien
con quien luchar mil combates,
quien luego, usando sus pociones,
restaure tus heridas.
Alguien con quien entrenar en el amor
y a quien dejar el gimnasio de tu corazón a protección.
Quien a pesar de cada actualización,
no desista de tu imperfecta aplicación.
Con quien visitar Poképaradas,
sea muy grata recreación.
Dime que sí y pongámosle un cebo al amor,
activemos el incienso de nuestros corazones,
y demos un paseo.
Uno nunca sabe
en qué batalla
Alguien atrape tu corazón.

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