"Yo solo quiero ir al cole en skate."
El hecho de que quera ir al colegio en skate, no me hace rebelde.
Incluso me ejercito haciéndolo. ¡TendrÃa un hábito saludable! - dije.
Luego de mandar llamar a mis padres para negarme tal derecho, hice mi
descargo y al final un molesto hombre de 45 años, accedió a la petición, que
reforzada por mis padres, presenté.
HabÃa un detalle, bueno varios.
Portar casco y mantener la conducta correcta mientras porte el uniforme, no provocar desorden en horario de clase ni en el recreo y otras 'claúsulas' en un documento que firmé sin terminar de leer.
Amo el skateboarding y aunque mis amigos también tenÃan el sueño de venir en skate al colegio, habÃan sido reprimidos por el prepotente señor director. Creà estar en mi derecho e hice la movilización respectiva. Ah, si tan solo en los colegios y las casas hubiera mayor accesibilidad para el diálogo, habrÃa menos vandalismo. Quizá.
Se siente bien chévere sentar un precedente y que tus amigos se vean beneficiados por una 'acción heroica'. Mi tutor dice que debo explotar esa influencia para bien. ¡Ja! Yo solo quiero ir al cole en skate.
Me pregunto si escoltar, por la calzada, a las chicas del Monitor, estaba en la lista de las cosas prohibidas del papelucho que firmé.
Ya qué más da, son la una y treinta, suena el timbre y las amiguitas por conocer salen. A ver, ¿a quién acompañaré hoy?
Las vacaciones, año tras otro, traen amiguitas nuevas que se trasladan de escuela. Y este año, no podÃa ser la excepción. Joyce, la morena de cabellos ondeados y sonrisa tÃmida tiene apenas dos dÃas en la escuela y ya merece conocer a su escolta sensacional. Ahà viene, es hora de presentarme.
- Hey Joyce, soy Tavo y hoy te acompañaré a tu casa. - abordé bruscamente.
Era lo suficientemente grande como para defenderse por sà sola. Asà que de inmediato contestó:
- Qué intrépido Tavo - sonrió sarcásticamente y continuó - pero quien te dijo mi nombre olvidó decirte que tengo 15 y no necesito ni movilidad, ni "escoltas". ¡Ah! Y por favor no me sigas. - dijo mientras se iba.
¡Santo cielo! Sus ojos... ¡Sus ojos son verdes! - pensé.
Pero, un momento ¡qué diantres significa 'intrépido'! ¿Con esa palabra, la tal Joyce habÃa despreciado al chico más popular de la escuela de enfrente?
Pero, un momento ¡qué diantres significa 'intrépido'! ¿Con esa palabra, la tal Joyce habÃa despreciado al chico más popular de la escuela de enfrente?
Rompà la hipnosis en la que habÃa quedado y la seguà en el skate. En cuanto lo escuchó rodar, resopló y dijo:
- Mira, en buena onda, tú no vives por aquÃ, vete a tu casa y no molestes mi camino. - y apretó la marcha.
Tal parece, sà me estaba evitando. Pero cómo sabe que no vivo por allÃ. Yo muy terco, la seguÃ.
¡Rayos! ¡Escalones!
"Recuerda si no hay ciclovÃas en la ciudad debes necesariamente andar por la vereda. ~ Mamá."
Joyce va delante y va a cruzar la calle, el contador del semáforo marca en ocho incluido el ámbar, sobrado la alcanzo. Suelto el skate contra el piso, pie derecho encima y el izquierdo impulsa, soplo el cabello que descansa sobre mi frente. Lo recuerdo bien. Lo hago siempre.
Me impulso y acelero, pero la pierdo de vista. Ella ya cruzó. Allà está, la puedo ver, acelero otra vez. Vaya, vaya, por fin se ha dado cuenta quién es Tavo, ella voltea a verme y el viento juega con sus cabellos.
Tranquila Joyce, ya falta poco, allà voy.
Extiende sus brazos y grita: ¡No Tavo, no!
¡¿Qué?!
Su mochila cae a un lado de sus pies y corre hacia mÃ.
Maldita sea, malditas escaleras, maldito semáforo, maldito claxon, maldito auto, maldito director.
El semáforo seguÃa en rojo y Joyce sostenÃa mi cabeza, aunque sangrante. No podÃa escuchar lo que me decÃa, a pesar de que ella gritaba y aún cuando la gente alrededor se lo pedÃa, ella no dejó de hablarme.
Para cuando el semáforo cambió a verde, mis ojos ya se habÃan cerrado, pero mi espÃritu seguÃa allÃ, entre sus manos y su llanto.
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