Del Twitter y otras relaciones

"Me preguntó desde mi edad y por mi novia, hasta de Ray Charles y apps móviles. Luego pidió la hora y si tenía, Whatsapp. Le di las dos cosas."

La cafetería había estado casi vacía esa mañana, sin embargo, ella decidió sentarse en mi mesa. Bebía jugo especial, igual que yo. Quién iría a pensar que me alegraría aquella mañana y así todo el día.

Hace ya varios meses que terminé mis estudios en la universidad, desde entonces no había vuelto a poner siquiera un pie dentro de ella. Está distinta, cada vez más cómoda y acogedora. Todos los rostros me son desconocidos y por más que me esfuerzo no llego a reconocer a absolutamente nadie.

De no ser por un ángel, nunca hubiera escrito este post. Que cómo fue que me hizo el día. Aquí les cuento.

Mi cita de las nueve y treinta, con el decano de mi facultad, había sido pospuesta para las once, una asamblea universitaria de emergencia me haría perder casi dos horas de mi agitada vida. Por alguna extraña razón había previsto pedir todo el día libre en el trabajo. Cualquier diría que era mi destino.

Decidí tomar un jugo en la remozada cafetería, tras de mí una chica linda con anteojos de marco blanco esperaba su turno frente a la caja.
Mientras pedía el jugo, mi móvil sonó - en el ringtone Ray Charles con Hit the road Jack - contesté  y a la vez pagué mi ticket.


Entre tanto mi pedido es preparado, espero sentado a una mesa y a la vez reviso mi Twitter, abro una bolsa de palitos de ajonjolí y regalo FAV's y un par de RT's. Al levantar la mirada, aprecié sus anteojos de marco blanco y una voz que decía: "Ingeniero, por cierto, esto es suyo."

"Jugó contra mi ego, timidez y seriedad. Ella ganó."
Con una gota de osadía, tomó mi pedido y decidió acercármelo amablemente. Jugó contra mi ego, timidez y seriedad. Ella ganó. Agradecí el gesto y de inmediato le ofrecí asiento. Dejé a un lado el Twitter y le compartí mis palitos de ajonjolí, sostuvimos una charla amena por poco más de quince minutos.
Me preguntó desde mi edad y por mi novia, hasta de Ray Charles y apps móviles. Luego pidió la hora y si tenía, Whatsapp. Le di las dos cosas.
Entonces, se fue.

Aún conservaba la sonrisa por lo que había pasado y una notificación a mi móvil ya advertía un mensaje suyo.
"Gracias inge, por la linda plática y por aceptar un jugo que no era suyo."
Mi sonrisa desapareció, sustituida por una expresión enigmática y de asombro. Alcé otra vez la vista y el mesero frente a mí dijo: "Ingeniero, disculpe la demora, aquí tiene su jugo."


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