Vuelvo a la ciudad caminando por
la carretera hago escalas para dejar a mis ojos contemplar el satélite natural,
creación divina, belleza total. Se oye un motor grande aproximarse. Una
furgoneta gris, que desde adentro una voz amigable me invita a subir. Dentro de ella hay otras personas que, seguro, quedaron relegados por el transporte. Me siento al lado de la ventana para
seguir enamorándome de la luna.
De pronto, un teléfono suena.
Nadie atiende. El teléfono insiste más de una vez. Ante el sonido perturbador se quiebra mi encandilada
conexión visual con la luna. Mi afilada mirada busca una vÃctima con sed de venganza. ¡Ah, caray! Es el
conductor.
Un hombre delgado, de no más de
cuarenta años, diestro con el volante y hábil para mentir. SÃ, para mentir. O al
menos eso cree él. Que cómo lo sé. Lee y sabrás...
Viajo en una camioneta
confortable, retorno a casa de visitar un buen amigo que vive en las afueras de
la ciudad. De mis acompañantes, todos desconocidos para mÃ. Viajaba en uno de los
primeros asientos, fue inevitable escuchar la conversación telefónica:
- ¿Aló?
SÃ. ¿Con quién hablo…? Ok. – la sorpresa parece no invadirle. - ¡Hola mi rey! –
saluda efusivo.
A su lado un rostro se enfada.
Una mujer joven de rostro fino, buen porte y elegante sencillez, su presencia
no admitÃa un pero ante algún requerimiento suyo. Sin embargo, no la habÃa
visto hasta aquel momento. ¡Ja! Yo andaba, muy concentrado, en la luna.
- ¿Cómo
te fue hoy en el nido? – demuestra mucho interés y continúa el diálogo.
Ello parecÃa incomodar a la dama
que viajaba en el asiento del copiloto. Luego lo confirmé.
- Mi
amor, ahora estoy manejando, te llamo cuando me detenga ¿sÃ? Te amo. CuÃdate. –
y colgó.
La mujer acompañante perdÃa la
mirada por la ventana. Él bromea y es ignorado. Busca tomar la mano de la dama
y ella lo esquiva. Está molesta dice. ¿Son celos infantiles o estamos frente a
una nueva especia de mujer bipolar? Lo que fuere derriba todo cuanto su aspecto
fÃsico pudo haber conseguido. Después de todo, ella es... LA OTRA.
La crudeza del término endurece cada
vez que se repite. Lo que pasó hasta llegar a mi destino, fue un espiral
predefinido: niñerÃas por un lado y ofrecimientos de consentimientos
caprichosos, por otro. La infidelidad se podÃa respirar. Excreta un olor que
para los infieles sabe a Imperial Majesty1. Olor que para una mujer en casa que
espera junto a sus hijos a su esposo, revela una sospecha tardÃa o, quizá a
propósito, ignorada.
La escena parece estar adherida
en nuestra sociedad. Actualmente, las redes sociales constituyen pruebas para
demandas de divorcio por infidelidad en el 90% de los casos. Y es que la
destrucción del matrimonio es una de las más letales armas del mal. Corazones
faltos de amor, adormecidos por el placer fugaz, ajenas al respeto y la
fidelidad, que inculcan ligereza en los labios y hacen sordos los oÃdos ante
los consejos sabios. Cuánto dolor podrÃa evitarse, cuántas lágrimas jamás se
derramarÃan, ni hablar del daño emocional asestado a los seres más pequeños e
inocentes. ¡Oh! Y si tan sólo fuese cosa de tres. Nunca tan pocos.
¿Acaso estás empezando a oler la nauseabunda
infidelidad como una dulce vainilla? Vuelve. Nunca es tarde para pedir perdón.
No te dejes manipular por el maligno. Dios te creó para amar a otros como Él
nos amó. No vayas contra tu naturaleza.
1 Imperial Majesty es el perfume de la casa Clive Christian y que es el más caro del mundo, cuenta con un elaborado proceso de fabricación además de contener diamantes en su presentación final, actualmente valorado en 140 000 euros cada 100ml.
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