El pitido ensordecedor de la alarma sonaba, hizo que con la cabeza bajo la almohada y el brazo estirado golpee desesperadamente el velador para callar el despertador.
Con gran dificultad, apenas abrà un ojo para ver la hora. Un pestañear, luego dos, el tercero fue casi nada, mis ojos estaban abiertos tanto que hasta parecÃan salirse de sus órbitas.
De un salto estaba fuera de la cama, eran las 6:50 de la mañana, no dejaba de recriminarme mi conducta soñolienta, ¡cómo podÃa pasarme otra vez y justo ahora!. Faltar a mi cita en el parque, para correr, juntos. Eso amenazaba con derruir todo lo poco que habÃa conseguido...
Con gran dificultad, apenas abrà un ojo para ver la hora. Un pestañear, luego dos, el tercero fue casi nada, mis ojos estaban abiertos tanto que hasta parecÃan salirse de sus órbitas.
De un salto estaba fuera de la cama, eran las 6:50 de la mañana, no dejaba de recriminarme mi conducta soñolienta, ¡cómo podÃa pasarme otra vez y justo ahora!. Faltar a mi cita en el parque, para correr, juntos. Eso amenazaba con derruir todo lo poco que habÃa conseguido...
La noche anterior, grité: "¡Espera!", ella se volvió hacÃa mà y quedé inmóvil. Cuando creà que esa extraña fuerza que brotaba de mi interior habÃa hecho decirle: “Quédate aquÃ, conmigo. No te vayas, estemos juntos.”, me di cuenta que sus ojos nuevamente exigÃan: "¡¡Di algo!!". Exhalé y llené mis pulmones nuevamente. Caminé hacia ella, ahora firme y decidido, ahà estábamos, otra vez, ella y yo, frente a frente. No sé cómo nuestras manos terminaron entrelazadas, nuestras miradas conectadas y cuando las palabras se alistaban a ser pronunciadas ella interrumpió: "Mañana iré a correr al parque de la alameda, a las 7 de la mañana, ¿quieres acompañarme?".
Esa mirada inocente que irradia dulzura y que acicalaba mis ojos placenteramente, nuevamente me transportó a otra dimensión. Estaba maniatado. Dije sÃ. Estiró sus tobillos, apoyando los pies sobre sus puntas y me besó la mejilla. Susurró: "hasta mañana".
* * *
Nunca me pareció tan difÃcil enfundarme las zapatillas, aun cuando me habÃa tomado sólo 3 minutos para asearme, cambiarme de ropa y beber un vaso de yogurt. Las zapatillas hacÃan que empiece a irritarme.
Bajé las escaleras de a tres escalones por zancada, no importaba si caÃa y terminaba fracturándome las piernas, sólo pensaba en llegar al parque y verla ahÃ, junto a mÃ, sonriente.
Di el portazo. Mi madre quiso detenerme. Desistió. TenÃa un brillo diferente en los ojos, que ella rápidamente entendió. Cuando volteé a verla por la ventana y le hice señas, ella sonreÃa. SÃ, ella comprendió.
Corrà lo más rápido que pude, más rápido que los niños de la cuadra cuando tocaban los timbres de mi casa y huÃan para que no los pillase. Iba mucho más rápido, que ni el perro de Juan me detuvo.
Dos cuadras me separaban de mi encuentro. SentÃa el corazón en la garganta, mis oÃdos ensordecidos por el intenso palpitar y mis sienes sudorosas no eran para dar una buena impresión. Pero eso no importaba sólo querÃa estar en el parque y verla ahÃ, junto a mÃ, sonriente.
Doblé la última esquina, me detuve y suspiré, agudicé la vista y buscaba desesperadamente esos cabellos castaños cual caÃda de agua, ese par de ojos marrones junto a aquella sonrisa, las que fulminaban mis preocupaciones. ¡¡¿Dónde estaban?!!
Se apoderó de mà un sentimiento de culpa, resignación y vergüenza. Todo habÃa acabado. Ella no estaba ahà y mis oportunidades de verla otra vez, tampoco.
Apreté los puños fuertemente, con la mirada que tenÃa maté a las hormigas que transitaban por la acera y en un acto de desesperación alcé la vista al cielo, con el ceño fruncido por la indignación, movÃa la cabeza de un lado a otro diciendo no. Todo habÃa terminado, empecé a caminar lentamente de vuelta a casa, casi arrastrando los pies, los hombros me pesaban demasiado... hasta que alguien llamó por mi nombre.
Esa voz, que venÃa como una gota de agua a un sediento errante del desierto, era melodÃa a mis oÃdos. "Espera", dijo. Me volvà hacÃa ella. Y la vi ahÃ, junto a mÃ, sonriente.
Esa voz, que venÃa como una gota de agua a un sediento errante del desierto, era melodÃa a mis oÃdos. "Espera", dijo. Me volvà hacÃa ella. Y la vi ahÃ, junto a mÃ, sonriente.
Continúa aquÃ
6 Comentarios
lindaaa pero continuala
ResponderBorrarMuy buena historia ... y concuerdo que debes continuarla. =D
ResponderBorrarInteresante!! Me gusta cuando se describe al mÃnimo cada detalle, te permite imaginártelo todo. ^_^ A ver qué nos traes en la III parte n_n (Y)
ResponderBorrarGracias a todos por sus comentarios. Ya se encuentra disponible la Parte III de 'El Encuentro' disfrútenla aquà --> http://bit.ly/17SbXg5
ResponderBorrarEstuvo muy buena la historia. Con un final 0 telenovelas!! éxitos en tu blog y sigue con tus publicaciones :) Cristina
ResponderBorrarCristina, gracias por los comentarios. Espero gustes de las próximas publicaciones. No olvides compartir.
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