Me preguntó cierta vez un niño si era posible vivir sin
jugar, al oírlo quise sonreír y no pude. Comprendí en sus palabras la
existencia de algo más que una simple cuestión. Había una lección de vida...
A menudo transitamos la vida evitando responder las
preguntas simples y pretendiendo resolver los grandes misterios de nuestra
existencia. Afanados en ello, el tiempo transcurre y no hay marcha atrás.
Desperdiciados nuestros días, ¿llegará el momento en qué lo lamentemos?.
Lamentarse, el diccionario etimológico1 indica
que es demostrar con voz clamorosa y con lágrimas el propio dolor. Sí. Con
lágrimas. El lamento es así, probablemente ya has lamentado, más de una vez, algo.
Y es que a percepción propia el lamento no es por las consecuencias, que aunque
frecuentemente es lo que genera las lágrimas, el lamento es por el acto que las
produjo o produce aún.
Erróneamente, lloramos por los estragos de las
consecuencias, siempre, casi siempre. Eduquémonos, lloremos, lamentémonos, mas por los actos que las generan. Como reza el dicho, no hay que
llorar por la leche derramada, cuestiono y si no se llora cómo se aprende a no
volver a derramarla, o significa que se supo cómo no derramarla pero se hizo
nada al respecto. Ahí está la gracia.
Hoy ansiamos descubrir cómo hallar el amor de tu vida,
cómo ser exitoso en los negocios, cómo ser un gran profesional, cómo ser qué
todo. Al niño, que hoy es joven, le contesto no es posible vivir sin jugar. La satisfacción del día a día radica en la despreocupación
medida de los misterios de la vida. Cada quién sabe, realmente sabe, cómo
hallar el amor de tu vida, cómo ser exitoso en los negocios, cómo ser un gran
profesional, cómo ser qué todo.
Quien a menudo se preocupa DESMEDIDAMENTE por hallar algo
que ya tiene termina lamentándose. Desmedidamente con lágrimas. Lágrimas.
1 http://www.etimo.it/?term=lamento
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