Amores de Halloween

En el piso seis las puertas del ascensor se me abren. Dentro solo está la madre más joven y guapa del edificio y su inquieto niño de seis años. Éste extiende con entusiasmo sus manos hacia las puertas del ascensor y se avergüenza cuando me ve atravesar su blanco.

El pequeño hombre araña de casi 115 centímetros, se compone y mirando a su madre se hace en posición de firmes. Examina con extrañeza, desde mis mocasines marrones hasta mi chompa azul, que cuelga por mis hombros. La madre sonríe por la reacción particular de su retoño.

Mi seriedad auténtica no le ha sido por barrera, con los brazos ahora más relajados, da medio paso adelante y buscando mis ojos pregunta:
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- Hemm... Señor, usted ¿de qué está disfrazado?

La madre, con una reacción confundida entre reír y llamar la atención al intrigado infante, finalmente actúa.

- ¡Junior! ¡No seas grosero! El señor no está disfrazado. - señaló reprimiendo su risa.
- ¿No es un disfraz? - insistió el confundido pequeño.
- Que no, hijo. Ahora pide disculpas.
- Descuide, no será necesario. - intervine - Es un lindo traje ¿lo hizo tu mamá? - añadí dirigiéndome al niño.
- Sí, pero este no tiene para lanzar telarañas como el verdadero. - se entristeció el pequeño.
- Bueno eso lo podemos arreglar... - propuse.

Es 31 de Octubre y yo solo iba a ver el quinto juego de la serie mundial, entre los Cachorros de Chicago y los Indios de Cleveland, en un café cercano al edificio. Pero esta noche me atraparon y con mi propia telaraña.

═ ※ ═

Las puertas del ascensor se abrieron y el niño no podía más con su curiosidad.

- Y... ¿cómo podemos arreglar eso?
- Si tu mamá está de acuerdo, podemos comprarla en el supermarket de la vuelta.
- ¡¿De veras?! - exclamó y dio vuelta para la madre - ¿podemos?

La joven de 25 años tenía una cómplice y coqueta sonrisa que respondía a mi mirada que contemplaba su lozano y risueño rostro.

- No sé Junior. - dijo, y aunque no quería resistirse, su instinto la obligó a hacerse la difícil.
- Por favor, mamá, además tú prometiste que este año tendría el disfraz completo...

Era cierto, la incompleta familia pasaba un mal momento económico. La ausencia de un padre, obligaba a Denisse trabajar más de lo que sus fuerzas le permitían. Lo supe cuando sus delgadas y frías manos cogieron mi brazo y me susurró al oído que el valor del juguete me lo pagaría la siguiente quincena. Aunque al inicio me negué, ella insistió y para no avergonzarla acepté.

Mientras un atento Junior recibía las indicaciones de uso del novedoso equipo, Denisse nos abrigaba con sus ojos cafés. Quizá imaginaba con nostalgia lo que su corazón anhelaba tener.

- Vendrás con nosotros, ¿verdad? - era la madre ahora quien sugería mi compañía.
Y yo también lo quería pero mis labios no dejaron emerger afirmación alguna.
- Disculpa, qué inoportuna, quizá ya tenías planes para esta noche. Olvida lo que dije. - dijo ante mi inacción.
- No, en absoluto. Quiero ir con ustedes. - por fin hablé, un tanto nervioso.
Ella se sonrojó y al parecer yo también.
- ¡Miren, yo hice ese tiro! - Junior nos devolvió la normal respiración.

Aquella noche recorrimos casi ocho manzanas en busca de dulces. El pequeño hombre araña necesitaba dormir y así lo hizo en mis hombros. El camino de ida y vuelta sirvió para conocer a la vecina a quien solo había cruzado un par de veces en el recibidor. Era admirable. Llena de sueños que a pesar de las circunstancias, yo sabía, ella iba a cumplir.

Su apartamento modesto, mucho más que el mío, tenía el ambiente más hogareño que jamás conocí desde que salí de casa. La habitación de Junior me recordaba mi feliz infancia y el pequeño superhéroe, ahora dormido sobre su cama, despertaba mi, hasta ahora, relegado deseo de ser padre. 
Mientras contemplaba de pie su figura tierna, una voz dulce se confesó desde la puerta:

- No te preocupes, no le pasará nada, es un superhéroe ¿recuerdas? - dijo risueña -  Sé que ibas al café cuando nos encontramos en el ascensor, así que te preparé un poco.
- ¿Cómo supiste? - dije con sorpresa mientras juntaba la puerta de la habitación.
- De no ser por nosotros habrías entrado a pedir dulces hasta al dueño del café, y solo por ver el juego de béisbol. - dijo con razón.

El café preparado por Denisse era el más sublime que jamás probé. Para entonces, todo de ella me parecía sublime. Aunque el café se terminó, la plática siguió hasta la medianoche. Teníamos tanto en común. Pero debíamos despedirnos.

- Gracias, otra vez. - dijo Denisse con sinceridad.
- A ti. Por no negarte y dejarme ver tu sonrisa en el ascensor. - la hice sonrojar, otra vez.
- Junior siempre recordará esta noche... Y yo también.
- Seguro que no son los únicos. También me la he pasado genial.

Quedamos en silencio por unos segundos, quietos a la puerta del apartamento. Ella esperaba que yo diga algo y así fue:

- Mañana es feriado, qué tal si Junior y tú se vienen a almorzar dos pisos arriba...
- Claro, más que encantados...
- ¡Genial! ¿Esta bien a la una?
- Allí estaré con el pequeño superhéroe.

Ambos reímos y nos deseamos buenas noches.

Noches como la de aquel Halloween en el que celebramos el Día del Amor, sin disfraces y sin máscaras.

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